SECCIÓN: SANA TU VIDA
Dra. Hanae Beltrán Nishizawa
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Un novio le dice a su pareja: “Ese tipo de mensaje no los escribe una mujer decente”. Una suegra le explica a su nuera, cuando ha descubierto que su marido es infiel: “Hija, la infidelidad nos pasa a todas las mujeres, así son los hombres, eso no debe importarte si tú eres la esposa”. Un esposo le dice a su pareja cuando se ve descubierto por mandar mensajes sexuales con otras mujeres: “Estás loca, tus celos te hacen ver lo que no es”. Un hombre de 28 años le dice a su novia: “No te pongas ese short tan corto pues como eres blanca se te ve la celulitis”. Un hombre de 40 años le dice a su novia: “Tus pies parecen de hombre”. Un papá le dice a su hija cuando le platica que las cosas no van bien con su pareja: “Hija, es mejor tener algo que nada, debes soportar”. Una abuela dice: “La esencia de la mujer es tener hijos ya no debes tardarte tanto”. Una mujer narra: “Cuando llegué sus cosas ya no estaban, nunca quiso hablar conmigo para decirme que la relación había terminado”. Una mujer de 35 años refiere: “Cuando llegué a casa me hizo quitarme la ropa interior para verificar que no hubiera estado con otro hombre”. Un novio le dice a su pareja: “Si no eres mía, no serás de nadie”. Un compañero le dice a su colega: “Es normal que las mujeres ganen menos dinero”. Un niño le dice a una niña: “Tú no puedes jugar futbol porque debes jugar con muñecas”.
Y así, podríamos llenar varios libros exponiendo algunas frases que nos permiten identificar la violencia a la que cotidianamente es sometida la mujer. Según cifras de la ONU, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
La ONU explica que la violencia de género es todo lo que pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada.
Lamentablemente, la violencia contra la mujer ha nacido desde el momento en que la historia de la humanidad comienza, la prueba está desde la narrativa de los vencedores y las vencidas, colocando una asimetría claramente material.
Hoy más que nunca, debemos parar esta ola de violencia y entender que nosotras podemos escribir la historia de una manera diferente. Educar a las siguientes generaciones con equidad de género permitirá detener la normalización de actos violentos disfrazados de amor.
Dentro de los movimientos de eliminación de la violencia la tarea a resolver será comprender que siempre que existan mujeres violentadas nos afectará a todas las demás y, en un principio de sororidad, podamos mirar y prevenir hasta lograr que una cultura de paz y respeto de los derechos humanos se normalicen.
Se deben dejar de reproducir conductas machistas, pero sobre todo se debe tener conciencia de que las mujeres que están dentro de un círculo de violencia atraviesan por un sin número de pérdidas:
- La pérdida del reconocimiento sobre sí misma.
- La pérdida de la esperanza.
- La pérdida de la seguridad.
- La pérdida de las redes de apoyo.
- La pérdida de la independencia económica.
- La pérdida de la toma de decisiones.
- La pérdida del sentido de comunidad.
- La pérdida de la voluntad.
- La pérdida de la libertad.
- Y la más grave, la pérdida de la vida.
¿Qué es lo que podemos hacer?
- Parar la educación que normalice una cultura de violencia permitida y tolerada.
- Tener claro que la violencia se lleva en espacios íntimos, privados y públicos; y ninguna mujer está vacunada contra ella, sin importar ideologías, formación profesional, creencias religiosas y estatus socioeconómico. Es un asunto de todas y todos, y nos puede pasar a todas, así que paremos con revictimización de creencias como “ella se lo buscó”, entre muchas otras.
- Entender que ninguna persona le pertenece a otra, somos seres humanos, no objetos, dejemos de cosificar a las mujeres.
- Es importante dejar de sentir miedo y comenzar a recuperar las redes de apoyo para que transitar por las pérdidas necesarias y por fin comenzar a reconstruir una nueva historia libre de violencia.
- Conocer los derechos que tenemos y nunca permitir que alguna persona nos violente. Debemos tener certeza de que siempre existirán familiares, amistades u organizaciones que nos ayuden a salir de este círculo, incluso atrevernos a denunciar ante las autoridades la situación que se vive.
Cuando atraviesen por este proceso y no estén logrando salir adelante, no duden en buscar acompañamiento experto de un Tanatólogo.
Porque el dolor no tiene horario pide ayuda las 24 horas los 365 días del año.