Lic. Sandra Delgado López
Lic. en Psicología
Mtra. en Psicoterapia Infantil
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Imaginemos a un pequeño de 3 a 5 años. Es un niño o niña que se sorprende fácilmente, imita nuestras caras y tonos de voz, baila espontáneamente con cualquier ritmo musical que escucha, ha tenido grandes logros en su desarrollo, ahora se viste, come y va al baño solo, se separa con menos dificultades de sus padres, se preocupa si ve llorando a alguien que quiere, disfruta jugar con otros niños de su edad, trepa, se columpia y se lanza en la resbaladilla con entusiasmo y abraza a quien se le acerca cálidamente porque confía en esa persona que se le ha acercado para darle un abrazo, un dulce o porque le ha hecho reír.
Ahora pensemos en ese mismo niño o niña que se enfrenta a situaciones desagradables para él, desde las más simples (aparentemente desde los adultos) como que necesita aprender a tolerar la frustración y, por tanto, cuando mamá dice que no podrá comprarle un dulce o un juguete, significa que aunque “llore, grite o se revuelque” es ¡no!, hasta situaciones traumáticas como tener que pasar largas temporadas en el hospital o vivir la experiencia de abuso sexual.
Para entenderlo tomemos en cuenta los “recursos” cognitivos y emocionales que tiene un niño menor de 3 a 5 años, es decir, en las habilidades y capacidades con que se puede conducir para pensar en las situaciones que está viviendo y para poder determinar si dicha situación es correcta o incorrecta, y si debe hacer “algo” al respecto. ¿Qué pudiera ser ese “algo”? ¿Qué puede hacer para defenderse y hacer que “eso” (que el niño o niña menor de 5 años está incapacitado para definir y que conocemos como abuso sexual) pare?
Evidentemente, los niños en etapa preescolar no son capaces de hacer un análisis de las situaciones, lo que significaría asociar una serie de eventos que se interrelacionan y mucho menos es capaz de entender situaciones “abstractas”, que no puede observar, palpar y manipular concretamente, por eso si lo pensamos, la etapa preescolar se caracteriza en la escuela por estar basada en los juegos, canciones y manipulación de objetos para comprender el mundo y adquirir los aprendizajes.
Por lo tanto, tomando en cuenta la definición de abuso sexual de acuerdo a la UNICEF “cualquier clase de contacto o actividad sexual con una persona menor de 18 años, por parte de una persona que se encuentra en una posición de poder o autoridad, con el fin de estimularse o gratificarse sexualmente, no importa que se realice con el consentimiento de la víctima, pues ésta carece de los conocimientos necesarios para evaluar sus contenidos y consecuencias. Se utiliza la relación de confianza, dependencia o autoridad que el abusador tiene sobre el niño o la niña”.
Podemos entender que, cuando un niño o niña vive una experiencia de abuso sexual, en primer lugar, no es capaz de entender lo que está sucediendo, pero sí es capaz de percibir que es algo desagradable, le hace sentirse incómodo, avergonzado, “raro” (diferente al resto de los niños con los que convive), sobre todo si consideramos que muy probablemente quien abusa de un niño o niña hace uso del chantaje, la manipulación y las amenazas para lograr que su víctima se mantenga en silencio y guarde el “secreto”.
¡Alerta!
Si ese niño o niña que imaginamos al principio de este texto ha sido víctima de abuso sexual puede presentar al mismo tiempo varias de las siguientes conductas, dependiendo de las características del abuso y por supuesto, de las características de su personalidad y de su contexto:
- Ya no parece interesado por las cosas que antes le sorprendían y por lo cual nos regalaba una espontánea y hermosa sonrisa.
- Se masturba de manera excesiva e, incluso, puede llegar a lastimarse.
- Tiene conductas que llamamos regresivas como volverse a orinar en la cama.
- Se muestra mucho más irritado de lo habitual por cosas que antes no parecían alterarle (lo que se entiende coloquialmente como estar más “berrinchudo o berrinchuda”).
- Se resiste a mantener un acercamiento con los adultos en general y, sobre todo, con determinada persona y, de hecho, se altera ante su presencia.
- Está más aislado tanto en casa como en la escuela.
- Es normal que tengan curiosidad por conocer los genitales de sus compañeros o compañeras, pero no es esperable que se les acerque para abrazarlos mientras realiza movimientos pélvicos sobre su cuerpo o les pida que le agarren sus genitales.
- Representa a través del juego o en dibujos posturas sexuales o conductas sexuales con muñecos u otros objetos y, generalmente, se observa el sometimiento o la exhibición.
- Tiene terrores nocturnos, las pesadillas se hacen cada vez más frecuentes y lo dejan verdaderamente alterado o alterada.
- Presenta cambios bruscos en la conducta o los hábitos que llevan a las madres a decir “es otra niña o niño”.
- Aparecen comportamientos “extraños” que no tenía antes al momento de bañarlos y tener que revisarlos.
- Algunos indicadores físicos son: sangrado en los genitales o ano, infección urinaria, moretones, dolor al sentarse o al caminar.
¿Por qué es tan importante identificar a tiempo el abuso sexual infantil y hacer lo posible porque el abuso pare?
Porque está comprobado que tiene un impacto grave a nivel psicoemocional. Los estudios científicos a nivel internacional han podido probar que se asocian a conductas autolesivas en la adolescencia, reproducción de los modelos de conducta violentos, deterioro gradual de las defensas físicas y psicológicas, alta predisposición a la depresión en la infancia y adolescencia, así como al trastorno bipolar en la adultez, entre otros trastornos psiquiátricos y a un alto índice de suicidios en personas que vivieron abuso sexual.
¿Qué hacer si sospechas que un niño o niña está sufriendo abuso sexual? ¿Qué hacer si tienes evidencias de que un niño o niña está viviendo abuso sexual?
Es entendible que no sea una situación fácil para quienes lo descubren. Muchas veces, si se trata de un contexto escolar, nadie quiere estar involucrado en un asunto que tiene implicaciones legales y si se trata de un ambiente familiar, para las madres también tiene un impacto psicoemocional, muchas veces se culpan de no haber estado al pendiente o de no haberse dado cuenta antes.
Si a ello le agregamos que generalmente el abusador es alguien ligado emocionalmente a las madres como su esposo, su pareja o su hijo, esto hace que lleguen a negarlo, no creyéndole a sus hijos o hijas, los tachen de mentirosos e incluso los responsabilicen de lo sucedido, de no haberlo dicho antes o de que no sean capaces de contarles con detalles lo sucedido en el abuso sexual, como si se tratara de contar un cuento o una experiencia grata y fácil para ellos.
Algunas recomendaciones
a) No responsabilices a la víctima por lo sucedido.
b) Hazle saber que es algo malo que no tiene por qué seguir pasando.
c) Felicítalo y hazlo sentir valiente por haberlo contado (si es el caso).
d) Déjale claro que tú como adulto estás para protegerlo y, por lo tanto, te corresponde hacer lo necesario para que estas conductas paren.
e) No presiones a la víctima con un sinfín de preguntas producto de su propia tristeza, enojo o angustia, pues no está en condiciones de responder y sólo lo alterarán más.
e) Déjate ayudar en lo inmediato por un especialista, es decir, por un psicólogo infantil o un psicólogo especialista en abuso sexual. Recuerda que si la víctima es una persona a la que tú quieres, también tú mereces ser escuchada o escuchado, sostenida emocionalmente, orientada y acompañada en este proceso.