Autora: Mtra. Hanae Beltrán Nishizawa
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Cuando en nuestros hogares se viven distintas pérdidas de familiares o seres queridos, abordar el tema con los niños termina siendo una gran preocupación y no sabemos cómo enfrentarlo.
Hoy en día existe un interés primordial por el cuidado, la educación y el aseguramiento del porvenir de los pequeños. Los niños tienen un posicionamiento exclusivo en nuestra sociedad, ocupan de los primeros lugares del sentido de vida que se tiene, sin embargo, son los últimos en participar y ser incluidos en la resignificación que viven las familias mexicanas dentro de los lamentables procesos de pérdidas, asumiendo que al ser pequeños “aún no se dan cuenta de lo que está pasando”, y esto es incorrecto.
La idea de muerte va cambiando con la edad:
- De los cero a los dos años existe sólo una sensación de ausencia y presencia, aquí aún no cuentan con la capacidad de generar un concepto de muerte, la ausencia les genera una sensación de angustia ante el dolor, las conductas apáticas serán las que nos indiquen que están transitando con dificultad esa pérdida.
- Entre los tres y los siete años el pensamiento estará basado en la intuición, el niño buscará identificar mecanismos que le expliquen las causas y las consecuencias, por lo que la idea de muerte ya podrá comenzarse a construir, pero con cualidades mágicas, fantasiosas y, sobre todo, en una idea de que tiene retorno y que es temporal, dependerá mucho de la familia y sus cuidadores primarios que no se conceptualice como una idea tenebrosa.
- Entre los siete y doce años aparece la idea de muerte como es entendida por todos, pero con elementos como el que ya no se moverá nunca la persona, que estará permanentemente muerto y que jamás podrá regresar, sin embargo, le costará trabajo entender lo permanente y absoluto del dolor o la ausencia del ser querido que se haya muerto, sobre todo si la relación con el menor era muy cercana.
¿Qué podemos hacer?
Para que los niños no tengan miedo y puedan superarlo aprendiendo a liberarse de la angustia, incertidumbre, pánico, dolor, ansiedad y la rabia que puedan estar experimentando, a continuación algunos consejos:
- Explicar al niño que la vida es un proceso que tiene un principio y un final, siempre.
- Mantener que todos tenemos una misión que cumplir.
- Antes de hablar con el niño sobre el acontecimiento de la pérdida, debe homologarse la explicación para todos los integrantes de la familia sobre lo que haya pasado.
- Es importante que se hable en distintos momentos sobre la muerte desde las creencias y formas ideológicas de entenderla con los más pequeños del hogar.
- No mentir a los niños sobre la idea de que puede regresar la persona que ha muerto.
- Estar permanentemente atentos a los cambios de conducta de los niños, por si se necesita una intervención más especializada.
- Algunas herramientas con las que la familia se puede apoyar para la explicación sobre la muerte son los rituales, oraciones, dibujos y cuentos.
- Se recomienda que los niños sean partícipes de los rituales de cierre que se tengan con el ser querido de despedida, por ejemplo, los velorios.
- Poner mucha atención a las preguntas que hagan los niños para evitar confundirlos o darles información de más.
- Las respuestas siempre deben ser claras, concretas y sintéticas para evitar confundirlos.
Por último, antes de explicar el significado de la muerte a los niños, cada adulto se lo debe preguntar a sí mismo, para poder incluso reducir la ansiedad del tema, teniendo una explicación lógica y sin elementos que como adultos no podamos comprobar o explicar.
Cuando atraviesen por este proceso y no lo estén logrando no duden en buscar acompañamiento experto de un tanatólogo.