Mis queridos lectores, espero que todos se encuentren sanos del cuerpo, la mente y el alma, pero para aquellos que no lo estén, recuerden que la situación por la que están transitando va a pasar.
Para esta edición quise abordar un tema muy importante, relacionado con lo más valioso que tenemos: nuestros pequeños. “Esos locos bajitos”, como diría Joan Manuel Serrat, y cómo —en su mágico mundo— viven las diferentes pérdidas que la pandemia les ha generado.
De primera instancia, los niños se pusieron felices cuando se enteraron que no irían a la escuela. Comenzaron a vivir la pandemia como unas vacaciones, también se alegraron que, por fin, convivirían 24 horas durante 7 días con los integrantes de su familia. ¡Vaya felicidad! Los niños sentían que el genio de la lámpara de Aladino les concedió algunos deseos.
Los días pasaron y pasaron, comenzaron a darse cuenta de que: todo a su alrededor es muy estresante, desde la convivencia dentro de los espacios, hasta las largas jornadas laborales de los papás, así como los permanentes regaños que sufrían. Se dieron cuenta de la angustia de los padres porque algún miembro de la familia enfermó, o bien resentían la pérdida de empleo de alguno de los adultos que vivían con él.
Luego, comenzaron a extrañar a sus compañeros, los juegos del recreo, la convivencia con sus iguales, los festivales, los regalos del Día del Niño, las vacaciones, los paseos y el sabor de su lunch… De pronto el mundo como lo conocían se desplomó; ahora su realidad es incierta.
Además los adultos poco les explican la situación, pues piensan que si no les dicen los temas negativos los están protegiendo. ¡Vaya error! pues los niños lo perciben todo y es muy importante que tomemos en cuenta las pérdidas que experimentan.
Estas son algunas de las posibles pérdidas de los pequeños:
1. La pérdida de: su rutina, la convivencia con sus amigos, del espacio que ellos conocen como escuela y del aprendizaje de forma presencial.
2. La pérdida de algún familiar o amigo por la Covid-19.
3. La pérdida de los espacios de esparcimiento (parques, paseos y vacaciones).
4. Pérdida de espacios libres de violencia, entre otros.
Como adultos ¿qué hacemos frente a todo este listado? pues bien, lo primero es reconocer la experiencia de las pérdidas por las que están transitando los pequeños. Te recomiendo lo siguiente:
– Establece una nueva rutina con la fórmula: 30-20-20-20-10; Es decir 30% de tiempo para el estudio, 20% para el ejercicio, 20% actividades recreativas, 20% en la participación de las labores de la casa y 10% para el reconocimiento en las emociones.
– Recuerda que los niños deben dormir como mínimo 8 horas al día y tener tres alimentos durante el día.
– No permitas que pasen todo el día frente a las pantallas.
– Fomenta una llamada o video llamada con sus amigos de la escuela o actividades extra para que sigan en contacto con los seres que ellos consideran importantes.
– Ponle algún pequeño adorno alusivo a las fechas importantes del año: la primavera, navidad, su cumpleaños y otras las fechas significativas.
– Habla con ellos y escucha sus inquietudes. Adapta la información a la edad que tengan, de todos modos, ellos se dan cuenta de todo. Nunca les mientas.
– Si alguien cercano ha fallecido hazlo participe de los ritos de la familia.
– Ten paciencia para acompañarlos durante sus actividades diarias, no pretendas que se mantenga sentado todo el tiempo y actuando como adulto, son niños, permítele disfrutar su infancia.
– Recuerda que es tu obligación garantizarle un lugar libre de violencia, observa siempre sus conductas.
– Ayúdalos con el manejo de sus emociones y sus inquietudes.
Recuerda que la niñez transitada adecuadamente nos garantizará una adultez equilibrada. Si necesitas acompañamiento experto de una Tanatóloga no dudes en mandar un correo a [email protected]
Porque el dolor no tiene horarios, 24 horas los 365 días del año.