Sandra Delgado López
Mtra. Psicoterapia Infantil
delgadosandra188@gmail.com
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Hablar de conductas de riesgo significa pensar en acciones activas o pasivas que involucran peligro para el bienestar y que conllevan directamente a consecuencias negativas para la salud o comprometen aspectos del desarrollo. Por ejemplo: actos delictivos, conductas sexuales de riesgo, consumo excesivo de alcohol, tabaco y otras drogas, deserción escolar y relación sexual precoz.
Los adolescentes suelen estar más expuestos a conductas de riesgo que los niños y los adultos debido a que la corteza prefrontal —una región del cerebro asociada con la inhibición del comportamiento de riesgo—, no se desarrolla completamente hasta cumplir los 25 años. Por lo tanto, la función del padre y de la madre son cruciales, tanto para prevenirlas como para actuar de manera asertiva y acertada.
¡Alerta papás!
En principio, los expertos subrayan la importancia de que los padres detecten en el menor tiempo posible que su hijo ha empezado a actuar de manera distinta. Para ello, es necesario que tanto el padre como la madre tengan una convivencia constante con su hijo de tal manera que sean capaces de identificar dichos cambios que al principio pueden ser sutiles. Por ejemplo, si se aísla más de lo habitual, cambia sus hábitos alimenticios, miente con frecuencia y con facilidad, entre otras. Además, la convivencia constante con los hijos en un clima de confianza, aumentará la probabilidad de que los padres sepan a dónde van sus hijos y con quién.
Ayudar a los hijos a regular sus conductas es un factor de suma importancia
Nombro dos de las múltiples respuestas que pueden tener los padres ante las conductas no apropiadas de sus hijos, como tener más dinero del que se les ha proporcionado, llegar a casa alcoholizado con frecuencia, etc.
1) Que, ante la conducta de riesgo, más que “reprobarla” y actuar en consecuencia, la minimicen e incluso la aplaudan y, por lo tanto, el adolescente no cuente con alguien que le ponga los límites que aún no logra ponerse por sí mismo.
2) Que la conducta de riesgo pase desapercibida en los primeros meses e incluso años, debido a la ausencia física y/o emocional de ambos padres. En este sentido, es necesario que papá y mamá tengan claridad sobre las cosas que no son apropiadas y, por ende, no le serán permitidas al adolescente, tomando en cuenta que pueden afectar su salud, su desarrollo e, incluso, su vida.
Una vez que los padres tienen claridad sobre dichas conductas, es necesario que su estilo de vida se maneje bajo dichos estándares en su vida personal y lo expresen abiertamente de esta forma a su hijo, tomando acciones concretas e inmediatas cuando sea necesario.
La comunicación entre los padres es un aspecto clave
De esta manera tendrán un acuerdo sobre las normas que su hijo debe seguir, así como la consecuencia que se impondrá, siendo concisos y dejando claro lo que se está “castigando”, pues, aunque suene excesivo, los hijos en ocasiones sólo se asumen castigados, pero no les queda claro el porqué de la gravedad o afectación de sus actos.
Además, es importante cumplir la consecuencia impuesta para evitar que sólo sea el resultado de un momento de ira y no surta el efecto cognitivo deseado en el adolescente. Es importante señalar que en las familias cuyos padres suelen tener una relación violenta, los hijos tienden a exponerse con mayor probabilidad a conductas de riesgo.
Convivencia gratificante en casa
Le da al adolescente la fortaleza psicoemocional necesaria para tener un vínculo consigo mismo y con los demás. Por ejemplo:
- Hacer cosas divertidas dentro del contexto familiar (desde la infancia).
- Escucharlo y no sólo oírlo (es decir, dejar el celular de lado, así como el trabajo, la computadora, etc.).
- Hacerlo partícipe de las decisiones familiares que le impliquen directamente.
- Elogiarlo por lo que hace bien y no sólo reprenderlo por lo que está haciendo mal, potencializa la posibilidad de que el adolescente perciba el interés de los padres y, por ende, desarrollará una mayor capacidad para autoprotegerse.